jueves, 31 de julio de 2008

El niñato del tunning


Ayer salí del trabajo a eso de las siete y media y cuando iba a cruzar la calle por un paso de peatones para ir a mi coche, un niñato en un coche como de color amarillo-fosforito y la música a toda pastilla aceleró aún más para pasar antes, yo levanté los brazos con cara de resignación en señal de que tenía que parar y él me respondió extendiendome el dedo corazón mientras pasaba de largo.

19:26 Zulú. Alrededores del currele

Ese maricón pelopincho siguió calle arriba por el polígono, subí a mi coche y en menos de cinco segundos ya estaba siguiendo sus pasos, al llegar al final de la calle ésta describe una curva a la derecha, al final hay una gasolinera donde suele reunirse este tipo de fauna. Llegué a la estación de servicio y efectivamente allí estaba él haciendo cola en un surtidor. Aparqué el coche encima de la acera a su altura y me quedé mirándole fijamente a través de la ventanilla abierta. El quinqui, que no debería tener más de 20 años y una constitución propia de no aguantar derecho en un día de viento, se percató de mi fija mirada y en sus ojos vi cómo me reconocía al instante. Se puso a disimular mirando hacia adelante a ningún punto en concreto pero él y yo sabíamos que lo tenía pillado, la pregunta era qué tarifa iba a pagar por su gilipollez.
En cuanto repostó salió a toda pastilla, nada que hacer frente a mi coche de casi 200 Cv. Es curioso, a muchos hombres nos gustan los motores potentes, las películas de guerra, las armas, si no estuviera mal visto seguro que más de un día golpearíamos con nuestro nabo la mesa de la oficina ante todos los compañeros al cerrar alguna operación importante. Volviendo al tema, al cabo de un par de calles era evidente que le estaba siguiendo, iba pegadito a él, así que puso el intermitente, paró a la derecha y salió del coche sacando pecho. A esa hora en el polígono casi no circulaban coches, salí yo también sin dejar de mirarle fijamente y antes de que pudiera articular palabra le agarré del cuello con las dos manos, haciendo una fuerte presión en la nuez con ambos pulgares, intentó zafarse de mis manos pero la diferencia de fuerzas era demasiada, para cuando quiso lanzar un ataque ya estaba demasiado débil como para hacer mella en mi garra. Cuando lo tenía morado y en el suelo le solté y dejé que se recuperara a medias.
- ¿Has aprendido la lección?
Entre toses respondió. - Casi me matas, ¡Hijo de Puta!. -
- Bien, ahora cada vez que pases por allí quiero que pares en el paso de peatones haya gente o no, estaré vigilando. Si te pillo otra sola vez te mataré sin dejar pruebas, no sería la primera vez, ¿Entendido?
- Sí, vale tío, no me hagas daño...
Para dejarle un recuerdo de ese día saqué mi porra extensible, eso le acabó de acojonar, y me dediqué a romperle todos los cristales y faros del coche mientras el pobre desgraciado miraba desde el suelo.
Creo que va a ser muy difícil que cumpla por lo que la próxima vez que me lo encuentre le diré que le he pillado y cumpliré mi promesa. Qué jodida es la vida.

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